Para la Organización Mundial de la Salud la adolescencia abarca desde los 10 a 19 años. En esta etapa la mujer se encuentra aún en crecimiento y desarrollo, por tanto hay que cubrir necesidades propias de la adolescencia y del bebé en camino.
Por otro lado, tenemos población adolescente no gestante con anemia que solo por ese hecho puede tener complicaciones en su rendimiento cognitivo y crecimiento. Si se embaraza incrementa el riesgo de mortalidad y morbilidad materna además de problemas con el bebé. Por ejemplo: que el niño tenga bajo peso al nacer, anemia o sea prematuro.
Asimismo, tiene aumentada su necesidad de proteínas, vitaminas y minerales. Es necesario asegurar un nutriente fundamental para el desarrollo cerebral del bebé y el sistema nervioso de la madre. Me refiero al omega 3, necesario sobre todo en el primer trimestre.
Todas estas consideraciones sirven para comprender que la alimentación en la gestante no solo es necesaria, sino que requiere de recomendaciones específicas capaces de mantener su integridad física y la del bebé.