“No hay milagros. No esperen levantarse y que ya no haya delincuencia”. La frase pertenece al ministro del Interior, Carlos Basombrío, y realmente no es una respuesta políticamente correcta.
Si bien no se puede abolir la inseguridad de la noche a la mañana, tampoco es cierto lo que él dice: que la delincuencia ha disminuido, y la muestra está a la orden del día: asaltos, crímenes, robos y delitos de toda índole.
Basombrío ya se parece a Wilfredo Pedraza, a quien las balas pasaban por su nariz y él seguía con la cantaleta de que la violencia era “solo una percepción”.
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