El critter del coronavirus ya está cerca de Perú. Llegó a Brasil, pegado al cuerpo de un señor de 61 años que pasó diez días en la región italiana de Lombardía.
Se trata del primer caso de coronavirus en América Latina y, como una profecía de Nostradamus, empieza a cumplirse así la alerta de una “potencial pandemia” lanzada hace dos días por la Organización Mundial de la Salud, ni más ni menos.
Lo que nos preocupa es la pasividad con que nuestro país mira el tema. Por ejemplo, nos pareció muy tibia la exposición de ayer de la ministra de Salud, Elizabeth Hinostroza.
Y es que dio la impresión de que estaba hablando de una gripe cualquiera y no de una enfermedad que ya mató a 2.763 personas en China, su lugar de origen, y que se expande con 81 mil contagios en todo el mundo.
Claro, alistar los hospitales para eventuales infestados es lo básico, pero el gobierno debería inmiscuirse más en el llamado de la OMS y mostrar mayor preocupación.
Me pregunto en ese sentido: ¿por qué ya mismo no se reparten mascarillas en los sitios neurálgicos, llámese puertos, terrapuertos y aeropuertos? No esperemos a que llegue el virus para llorar sobre la enfermedad derramada.
Esto fue todo por hoy, voy a desinfectarme las manos, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.