En Perú reina la improvisación y los burócratas son especialistas en ponerla en práctica. Se rodean de estudios, asesores, secretarias, elaboran cerros de planes, se demoran una eternidad y a la hora de la verdad no hacen nada. Son especialistas en enredar más las cosas y complican la vida a usuarios y vecinos. Así lo venimos viendo a nivel de gobierno y alcaldía de Lima, cuyos proyectos son muy lentos y ni siquiera un puente sobre el río Rímac pueden instalar. Los vecinos de San Martín de Porras ya están desesperados porque todo es un caos en la zona. Y lo que es peor: la mayoría de puentes sobre el río Rímac están a punto de colapsar. El intenso tráfico de camiones con carga pesada hacen que la estructura de los puentes vaya cediendo y se formen hendiduras o baches peligrosos para los vehículos, tal como está sucediendo en los puentes Dueñas, del Ejército, Santa Rosa y en la Avenida Abancay.

Lo ideal es no esperar el último momento para solucionar los problemas. Ahora hay métodos modernos para planificar proyectos o reconstruir obras. Así como estamos ahora, Dios nos libre de un terremoto porque todo se quedaría en ruinas. Si no , hay que mirar hacia Pisco donde hasta ahora se ven los estragos del sismo del 15 de agosto de 2007. Alan García prometió que haría una nueva ciudad y al contrario. Todo quedó en promesas y no faltaron los oportunistas de siempre que malversaron lo que se tenía que invertir y chocaron hasta con la ayuda donada para el pueblo damnificado. Hay que acabar con la viveza y no dejar la tarea en manos de improvisados. Se tiene que recurrir a técnicos y especialistas que sepan hacer obras. Basta del tarjetazo y del compadrazgo que tanto daño hacen en la administración público.

Desde lo más alto del gobierno se tiene que pensar en trabajos bien planificados y eficientes. Los programas de ayuda tienen que llegar a quienes más lo necesitan y que no se repita lo de pensión 65 que familiares de congresistas fueron puestos en primera fila para cobrar ese beneficio. Hay que tener presente que donde se trata de ayudar con la plata del pueblo, allí aparece la corrupción. No faltan aquellos peruanos que se la quieren dar de vivos, viviendo a costillas de otros. Un ejemplo de esa viveza es la administración pública donde los mismos empleados se ofrecen para hacer los trámites a cambio de una coima, otros de los graves males que ojalá se pueda desterrar con la nueva ley de servicio civil que algunos comechados no quieren que entre en vigencia.

La improvisación tiene que desaparecer de las oficinas estatales. Los improvisados no deben tener sitio en el servicio público, así sean los familiares del presidente. En el Perú se ha establecido la pésima costumbre de que partido que llega al gobierno, lleva su propia gente en perjuicio de los trabajadores mejor calificados. Las mejores oportunidades, los mejores puestos, las becas y capacitación son para los ayayeros y no para los buenos técnicos, maestros, médicos o jueces más capaces. El servidor público tiene que ser la persona mejor preparada para estar al frente de la atención de los peruanos. De allí que se hace necesario la evaluación, la meritocracia y no se crean los dueños del puesto, en perjuicio de una mejor y más eficiente atención que contribuya al desarrollo de un Perú que está en pleno crecimiento.