Transitar por la red vial de Lima y algunas ciudades del país es de infarto, especialmente en las llamadas horas punta. El tremendo congestionamiento vehicular despierta la codicia de los delincuentes que se lanzan mismos chacales tras los vehículos para desvalijar a los pasajeros. Todo es un caos. Calles sin vigilancia policial. Nadie obedece a los semáforos. Las entradas y salidas de Lima son una pesadilla. Avenidas principales están llenas de huecos y las autoridades bien gracias. Los choferes de transporte público son la muerte y las mototaxis ya están llegando al centro de la ciudad haciendo más caótico el tránsito vehicular.

Y si nos proyectamos a nivel nacional, la situación es dramática. Todos los días hay terribles accidentes de tránsito. Si en Lima no respetan el reglamento, menos lo hacen en provincias. Las autoridades responsables de hacer cumplir las leyes no existen o se hacen de la vista gorda. Por eso la seguidilla de tragedias que a diario enlutan a las familias peruanas. Falta poner orden, autoridad y un buen mantenimiento en toda la red vial del país. Y a las empresas de transportes hay que obligarlas a ser responsables en el manejo de sus unidades porque no puede ser que humildes hogares queden desamparados por negligencia de malos transportistas. Que paguen por tanto daño que le hacen a la sociedad.

Sin duda que todo el caos vehicular y la falta de control repercute en la inseguridad ciudadana. Los asaltos se multiplican en ciudades y carreteras. Bandas de ladrones y piratas se organizan para desvalijar a los pasajeros sin que nadie responda por lo que pierden, en algunos casos hasta la vida por defender lo que les cuesta conseguir a punta de tanto trabajo, mientras los delincuentes actúan con total impunidad.

Será de trascendental importancia que se cumpla lo planteado ante el Congreso por el premier Juan Jiménez Mayor para que los poderes del estado cierren filas en la lucha contra el crimen y la delincuencia, el lavado de activos, el narcotráfico y la violencia que afectan la vida cotidiana de las personas y el ejercicio de las libertades ciudadanas. Y para ello, tanto la policía y los jueces tienen que actuar con mano dura y todo el peso de la ley para frenar la delincuencia desde su origen como son los cogoteros y arrebatadores que hasta por robar un celular atacan a sus víctimas sin recibir el castigo que se merecen. Y, si van a la cárcel, a veces salen más avezados y peligrosos porque los penales en lugar de ser centros de rehabilitación, ahora son verdaderas escuelas del delito.