Cuando hace frío nuestro cuerpo intenta mantener su temperatura corporal, pero tiene un límite para lograrlo. A muy bajas temperaturas y, en la medida que no hay suficiente abrigo, la capacidad del cuerpo colapsa, se enfría al extremo y podríamos descompensarnos seriamente.

El antojo de comer, por lo general algo dulce, es un mecanismo de defensa del organismo para abastecerse de energía y no agotar sus reservas. Sin embargo, si la persona es sedentaria, esa energía extra que ingresa, lejos de calentarnos, se guardará como reserva.

Frente al antojo por frío, lo primero es asegurar que nuestro cuerpo esté suficientemente abrigado o en movimiento, de ser así ese deseo probablemente no llegará. Pero de presentarse, son los líquidos calientes los llamados a contribuir de forma rápida. Bebidas como el emoliente, el café, las infusiones de hierbas naturales, caldo (sin presa ni verduras) o agua de frutas sin azúcar son buenas alternativas.

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