Miremos bajo la alfombra. El Congreso ya aprobó el presupuesto 2026, más de S/257 mil millones. Salud, educación y seguridad se llevan más de un tercio. Suena bien, aunque conviene revisar con cuidado lo que no se ve a simple vista.
El gasto en sueldos del Estado creció 53% entre 2021 y 2026, mientras que la inversión en obras subió apenas 5.5%. Es una diferencia enorme. Terminamos gastando más en sostener la maquinaria que en hacerla avanzar. Y cuando la situación se complica y caen los ingresos, no se puede reducir planillas, aunque sí es posible recortar el presupuesto destinado a obras.
No se trata de rechazar el gasto en personal. Los sueldos permiten que el Estado funcione. El problema aparece cuando ese gasto crece sin control y sin mejoras claras en la calidad de los servicios. La planilla no puede seguir expandiéndose a costa del pavimento, los hospitales y los colegios.
Recordemos, sobrino, que un presupuesto pensado solo para el presente compromete el futuro. Conviene usar la cabeza al gastar y entender que invertir también es cuidar a la gente.
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