Alguien, por caridad, debería decirle a Pedro Castillo que los argumentos con que trata de librarse del oscuro porvenir jurídico que le espera, por el golpe de Estado y los actos de corrupción, son una verdadera payasada que solo causan indignación entre los peruanos y, sin duda, también en los magistrados que ven sus casos. Parece más bien que los abogados que lo rodean están dispuestos a sacarle la plata que sus parientes tratan de reunir en actividades profondos como la que vimos el fin de semana en Puente Piedra, a través de Cuarto Poder. El pobre profesor, que aún se cree presidente, insiste en que no dio una patada a la Constitución y que no ha sido partícipe de una banda de corruptos que llegaron a saquear al Estado desde el mismo Palacio de Gobierno. Allí están Bruno Pacheco, Juan Silva, Geiner Alvarado y otros, que personifican el alto grado de podredumbre al que llegó el gobierno del ahijado político de Vladimir Cerrón.