La congresista fiestera Rosselli Amuruz tiene mucho que explicar a los peruanos sobre la “fiesta inolvidable” que acabó a balazos y con un muerto. No está bien que una legisladora que a su vez es tercera vicepresidenta, ande en tremenda rumba armada por ella misma mientras a su vez pasaba la voz a gente para que acuda, cuando su colega de Mesa Directiva, Hernando Guerra García, era velado luego de su repentina muerte. Además, se trata de una fiesta a la que asistía una manga de malandrines del Callao muy allegados a su negada pareja sentimental, Paul García. Una investigación en la Comisión de Ética podría servir para aclarar cómo es que ocho trabajadores de su despacho y de dependencias a cargo de su vicepresidencia son cercanos a Paul García, quien es un exlegislador con cuestionamientos, un digno padre de la patria de estos tiempos. La congresista Amuruz tiene derecho a divertirse hasta las última consecuencias y con quien mejor le parezca, pero como parlamentaria está obligada a rendir cuentas.