La imprescindible Suzanne
La imprescindible Suzanne

La Semana de la Crítica de Cannes se ha convertido desde hace unos años en una de las secciones más interesantes del Festival de Cine de Lima, que en su septuagésima edición incluye varios títulos atractivos.
Uno de ellos es Suzanne (2013), segundo largometraje de la joven realizadora francesa Katell Quilléveré, que posee la enorme virtud de contar muy bien una historia que abarca más de dos décadas en una hora y media. Queda completamente en evidencia que el guión -de Quilléveré y Mariette Désert- ha sido notablemente estructurado para permitir un fluido juego de elipsis que van dando cuenta de las diversas correrías de los protagonistas.
La historia se inicia en un cementerio, donde el viudo Nicolás (Francois Damiens) ha ido a visitar la tumba de su esposa en compañía de sus dos pequeñas hijas. Luego, a través del paso del tiempo, la cineasta va mostrando la evolución de los personajes en sus múltiples encuentros y desencuentros.
Suzanne (Sara Forestier), la hija mayor, irá asumiendo en el transcurrir de la adolescencia a la adultez una actitud rebelde que desafiará a la figura paterna desde la maternidad temprana hasta la fuga del hogar, abandonando a su primogénito para seguir al hombre -un sujeto al margen de la ley- de quien se ha enamorado y con el que tendrá una hija. María (Adele Haenel), su hermana menor, de carácter más sosegado aunque de espíritu muy libre, será de gran ayuda para Suzanne en el momento más critico de su vida.
La habilidad de Quilléveré radica en contar la accidentada aventura de Suzanne y su familia apelando a elementos melodrámáticos, pero evitando toda sensiblería, utilizando la banda sonora de manera muy eficaz, a veces con un tono ligero que libere las tensiones. Si al principio parece una comedia juvenil, la realizadora encuentra el equilibrio perfecto para pasar al drama adulto de manera natural. Ningún hecho adverso, por más difícil o trágico que pueda ser, doblegará a Suzanne.