Las aplicaciones de las microalgas son tan diversas que hoy en día continúan siendo investigadas para múltiples usos y fines comerciales. Así, lo que parece ser una nueva tendencia no es más que un retorno a los viejos hábitos y costumbres, pero con más ciencia y tecnología.

El primer registro del consumo de microalgas para suplir la dieta humana es de China y data de hace más de 2000 años. Los chinos utilizaban la microalga Nostoc para sobrevivir en épocas de hambruna. Y según la historiadora peruana María Rostworoski, los antiguos pobladores de la costa peruana consumieron algas rojas y pardas.

En 1967 la Asociación Internacional de Microbiología Aplicada denominó a la Espirulina como “una fuente maravillosa de alimento para el futuro”. Esta microalga tiene un elevado contenido de proteínas de alta calidad.

Se ha visto que el pescado puede ser una fuente de riesgo de metales pesados o toxinas en la dieta, especialmente en la dieta de los infantes. Para evitar este riesgo asociado y poder obtener suficiente Omega 3 y DHA, se han utilizado diversas microalgas, entre ellas la chlorella y la espirulina. Ambas tienen un alto valor nutritivo y, sobre todo, la capacidad de acumular proteínas.

Lo más importante de las microalgas aquí referidas, como fuente de nutrientes, es que pueden ser consumidas sin que representen riesgos a la salud, pues son microorganismos generalmente vistos como seguros. Además, su producción prácticamente no tiene efectos ambientales negativos; ésta puede llevarse a cabo a todas las escalas. Asimismo, el consumo de estas algas microscópicas no presenta barreras culturales o religiosas de ningún tipo.

El uso de microalgas como suplemento alimenticio satisface los modelos de alimentación saludable y complementa las dietas actuales.

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