Injusto hubiese sido que Alianza Lima ayer resultara campeón nacional.
Injusto hubiese sido que con el comando técnico que tienen los íntimos hayan dado la vuelta olímpica.
Injusto hubiese sido que ayer jugando tan mal, los blanquiazules hayan sumado una estrella más para su vitrina.
Lo lindo del fútbol no está en los deseos de la multitud, sino en la mejor expresión de fútbol que uno pueda apreciar.
Aurich hizo suya la tarde en Matute, cuando aparentemente todo lo tenía en contra. Los hinchas aliancistas estaban listos para el festejo y hasta hubo pedida de matrimonio, en un día que ahora será recordado como nefasto para los íntimos de corazón.
Pero al frente estaba el equipo con mejor plantel del torneo nacional. Un elenco herido y cuando un león está herido, hay que respetarlo.
Miguel Angel Arrué y José Soto, cambiaron su propuesta y eso fue un signo de debilidad que esperaba Umaña para devorárselos con zapatos y todo.
Aurich propuso y encaró con el único libreto que puede tener un plantel como el que ostenta: ser ofensivo.
Alianza no pudo ni en el primer tiempo ni en el segundo.
Cuando las respuestas no se dan en el campo, todos esperan que la solución venga del banco, pero ya nos dimos cuenta de lo que pueden ser capaces Arrué y su ayudante Pepe Soto.
El miércoles se volverán a ver las caras para definir el título y con las bajas de ambas escuadras, no descubrimos la pólvora diciendo que los chiclayanos llegan como favoritos.
Si Alianza Lima quiere ser campeón tiene que vencer los temores que ayer presentó y demostrar que la grandeza aún la tiene intacta.