Robots camareros, recepcionistas, enfermeros... como la robótica asistencial acabará conviviendo con los humanos, las máquinas deben ser seguras y no causar daño a las personas, y por eso los investigadores se han lanzado a diseñar novedosas estructuras robóticas con materiales blandos y flexibles.
Precisamente uno de los temas estrella de IROS 2018, el mayor congreso mundial de robótica que comienza hoy en Madrid aunque se inaugura oficialmente mañana, es el de los llamados robots blandos o "soft robotics".
En este evento que concluye el viernes y en el que participarán más de 1.200 expertos, intervendrán algunos de las mayores figuras mundiales de la robótica blanda, como la italiana Cecilia Laschi, responsable de un pulpo robótico completamente blando, o el alemán Helmut Hauser, que trabaja en computación morfológica para el control de este tipo de aparatos.
El Robotics Lab dependiente de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), que impulsó la candidatura que logró que la capital española acogiera este congreso, acudirá a la cita con su famoso humanoide TEO para labores de investigación, acompañado de dos novedosos prototipos robóticos de cuello "blando" y "flexible" realizados por este laboratorio científico.
Así lo avanzó a EFE la investigadora Concha Monje, cuyo laboratorio también llevará a la feria otros de sus ejemplares más conocidos, como la versión mini de Maggie, un robot social empleado en tareas de rehabilitación de trastornos neuronales, o Amor, un brazo robótico asistencial para cocinas adaptadas a personas discapacitadas.
En el congreso se podrá disfrutar además de la presencia de los afables humanoides NAO y Pepper, conocidos por sus capacidades sociales y de interacción, así como de robots submarinos, de rescate, de inspección de infraestructuras o vehículos autónomos.
Monje, una investigadora muy premiada por su trayectoria científica, explica a EFE que en robótica "estamos investigando materiales blandos" con una doble vertiente. Por un lado, por motivos de seguridad para la absorción de golpes, y por otro, para facilitar maniobras al robot al dotarlo de estructuras menos rígidas que le ayuden a moverse en entornos complejos.
"Si la cabeza del robot sufre un golpe, el material blando lo absorbe muchísimo mejor que si es rígido. Además, evita que el impacto sea doloroso a quien se golpea contra un robot", añade.
El material flexible permite además al robot acceder a "sitios más angostos o llegar a escenarios difíciles" y manejarse en situaciones de rescate "en donde un robot rígido muy malamente puede funcionar", continúa la investigadora.
Los dos cuellos flexibles que presenta Robotics Lab en el congreso han sido desarrollados con una impresora 3D a partir de material blando, y su diseño consiste en unos cilindros con forma de vértebras conectadas, además de unos pequeños motores que accionan los cables que mueven el cuello en el espacio tridimensional.
Sobre la popularización de los robots humanoides en la vida cotidiana, Concha Monje considera que es algo aún "un poco lejano", especialmente por los problemas que implica la locomoción bípeda.
Los dos grandes desafíos en el desarrollo de la tecnología humanoide son la mejora de sensores y de los "actuadores" (motores) con los que el robot acaba implementando las acciones.
Monje prevé como "una realidad próxima" la popularización de plataformas de inteligencia artificial que "nos facilitarán mucho la vida" en cuestiones como búsquedas o la interacción por voz con las cosas en el hogar.
La tecnología "nos reconocerá fácilmente" con comandos de voz o imágenes, "se dirigirá a nosotros en primera persona y sabrá quienes somos, nuestros gustos o cómo queremos" la iluminación o ventilación del hogar, avanza la investigadora.
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