Una belleza arquitectónica manchada por historias fantasmales que la realidad distorsiona aún más, pues al estar en Barrios Altos las personas no lo visitan.
HISTORIA.
En el S XIX, Óscar Augusto Heeren, ingeniero alemán, mandó a construir un conjunto habitacional de estilo austro-húngaro en la zona que años más tarde hospedaron a importantes embajadores.
Sin embargo, el mito que acompaña a la Quinta Heeren tiene base en un hecho que encabezó un periódico de la época: el suicidio del señor Kitsutani, propietario de la quinta por esa época, con el ritual japonés “seppuku”.
Este hombre era un comerciante japonés que llegó al Perú en 1901 e hizo fortuna en base a la industria textil del país oriental. Kitsutani había tenido problemas con la llegada de sus productos al Perú por el terremoto de Kyoto.
Por ello, andaba preocupado pues no podía seguir trabajando sabiendo que arruinaba la vida de otras personas. Su palabra y honor estaban en duda, así que él prefirió quitarse la vida. Desde entonces, las únicas visitas que recibe el recinto son los fantasmas de este japonés, indican los vecinos del lugar.
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