EMILIO (53, Breña). He estado solitario muchos años, doctora, pero ahora tengo la dicha de conocer a dos mujeres lindas y la verdad, no sé por cuál decidirme. Y eso, lejos de alegrarme o llenarme de optimismo, me preocupa porque quiero hacer una buena elección.
A mi edad, creo, doctora, no puedo arriesgarme en aventuras o ver qué pasa, porque quiero pasar el resto de mis días en muy buena compañía, después de tantísimos años de soledad.
Tanto Maruja como Gabriela son bonitas, dulces, apacibles, y aunque una es demasiado callada, misteriosa y desconfiada, imagino por los tantísimos golpes que ha recibido en la vida, la otra es más dicharachera, alegre, jovial, amante de fiestas y diversiones sanas.
A ambas las conocí en una pollada de un amigo en común y con las dos me fue muy bien, hicimos empatía, conseguí sus números telefónicos y empecé a frecuentarlas, turnándome en las citas, descubriendo a dos mujeres muy interesantes que me hacen pensar en algo serio para éste hombre maduro deseoso de conocer la felicidad.
Sin embargo, como le confieso, doctora, temo elegir mal. Ambas están dispuestas, incluso, a un romance, pero Maruja, sin pedírselo, me estampó un beso en la boca la última vez que nos despedimos, diciéndome que era yo un buen hombre. A su vez, Gabriela me tomó las manos con mucho cariño y me dijo seria que le gustaría tener algo más conmigo.
Mi ego, obvio, doctora, está al tope, pero necesito un consejo de una persona experimentada como usted para definir qué es lo que más me conviene.
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Tengo que elegir entre dos mujeres



