En los últimos días, Perú ha sido gravemente afectado por una serie de incendios forestales en diversas regiones del país, incluyendo Amazonas, Lambayeque, Puno, Cusco y otras zonas vulnerables. La magnitud de estos incendios ha causado la destrucción de miles de hectáreas de bosques, amenazando no solo el ecosistema, sino también la salud de la población que vive cerca de las áreas afectadas. La calidad del aire en las zonas cercanas a los incendios ha empeorado considerablemente, representando una seria amenaza para la salud pública.

El humo de los incendios forestales es uno de los principales riesgos para la salud de la población. Este humo está compuesto por una mezcla de gases tóxicos y partículas finas, que incluyen monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles. Estas partículas son lo suficientemente pequeñas como para penetrar profundamente en los pulmones y llegar al torrente sanguíneo, causando efectos nocivos inmediatos y a largo plazo en la salud respiratoria.

Efectos en la salud

Entre las principales consecuencias respiratorias están la irritación de las vías aéreas, tos persistente, falta de aire y sensación de ardor en la garganta y los pulmones. Las personas con enfermedades respiratorias preexistentes, como asma, bronquitis crónica y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), están en mayor riesgo de ver agravados sus síntomas, lo que puede derivar en hospitalizaciones o en la necesidad de oxígeno suplementario. Incluso las personas sanas pueden ver reducida su función pulmonar después de una exposición prolongada al humo.

Además de los problemas respiratorios, “el humo de los incendios forestales también puede afectar el sistema cardiovascular. Las partículas finas en el aire pueden aumentar la presión arterial y provocar inflamación en los vasos sanguíneos, incrementando el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, especialmente en personas con enfermedades cardiovasculares preexistentes”, comentó el Dr. Carlos Aliaga, miembro del Comité Médico de ALAFAL. Explicó que la población en general debe estar alerta a síntomas como dolor en el pecho o dificultad para respirar, ya que pueden ser indicadores de problemas cardíacos.

Otro riesgo asociado a los incendios forestales es la intoxicación por monóxido de carbono, un gas tóxico presente en el humo que, al ser inhalado en grandes cantidades, puede desplazar el oxígeno en el cuerpo. La exposición al monóxido de carbono puede provocar dolores de cabeza, mareos, fatiga extrema, y en casos graves, pérdida de conciencia o incluso la muerte. Las personas que viven cerca de los incendios o que participan en esfuerzos de extinción deben tener especial cuidado de evitar la exposición prolongada a este gas.

La irritación ocular y de la piel es también una preocupación. El humo y las cenizas pueden causar ardor, enrojecimiento y lagrimeo en los ojos, además de reacciones cutáneas en personas con piel sensible. En algunos casos, la exposición continua puede llevar a la aparición de problemas dermatológicos más severos, como dermatitis.

El especialista advirtió que los grupos más vulnerables a estos riesgos son los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas y las personas con condiciones de salud preexistentes. Los niños, debido a que sus sistemas respiratorios están aún en desarrollo, son más propensos a sufrir daños a largo plazo en sus pulmones. Las mujeres embarazadas corren el riesgo de sufrir complicaciones durante el embarazo, y los ancianos, con sistemas inmunológicos más débiles, pueden desarrollar enfermedades respiratorias graves.

Además de los riesgos físicos, los incendios forestales también pueden tener consecuencias psicológicas importantes. Las personas que viven cerca de las zonas afectadas pueden sufrir niveles elevados de estrés, ansiedad y miedo, especialmente ante la posibilidad de evacuaciones o la pérdida de sus hogares. En casos más graves, las personas expuestas a la destrucción y el caos pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Por último, los incendios forestales también pueden afectar la seguridad alimentaria y del agua. Las cenizas y residuos de los incendios pueden contaminar las fuentes de agua, afectando su potabilidad. Además, los cultivos cercanos a las áreas incendiadas pueden quedar expuestos a contaminantes tóxicos, lo que puede generar problemas de seguridad alimentaria y afectar la salud de las personas que consumen estos alimentos.

Recomendaciones

Permanecer en interiores. Mantén puertas y ventanas cerradas para evitar la entrada de humo. Colocar paños húmedos en las ventanas para impedir que entre el humo.

Mantenerse hidratado. Beber agua ayuda a mantener las vías respiratorias húmedas y reduce los efectos irritantes del humo.

Usar mascarillas NK95. Son esenciales para proteger las vías respiratorias del humo.

Evitar actividades al aire libre. No realices ejercicio ni esfuerzo físico fuera de casa para reducir la inhalación de partículas.

Proteger a los más vulnerables. Niños, ancianos y personas con condiciones de salud deben evitar la exposición al humo.

Estar informado. Sigue los avisos de las autoridades y monitorea la calidad del aire en tu zona.

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