Día de los Muertos: miles arman la fiesta en cementerios (FOTOS)
Día de los Muertos: miles arman la fiesta en cementerios (FOTOS)

Aniano Córdova Benítez no quiere interrupciones. Con los labios sellados y la mirada fija, el hombre de 75 años coloca flores sobre las tumbas de sus dos amadas: su esposa Zoila y su hija Gladys. Este ritual lo hace -sin vacilación- desde hace 15 años y cada vez que su andar, ya cansado por la osadía del tiempo, se lo permite.

Mientras Aniano prefiere el silencio, metros más allá, en otro nicho del cementerio Mártires del 19 de julio, una familia entera zapatea un huaino ayacuchano; se jaranea con un festejo; beben chicha de jora; toman el ron de una misma botella y comen arroz con pollo en honor al ser amado que “se fue a un lugar mejor”.

En soledad o acompañados, en silencio o en bulla, en tristeza o en alegría, con gaseosa o cerveza, con una papita con huevo o un contundente seco con frejoles.

(FOTO) Al compás de bandas, rezos y oraciones, visitantes recordaron a sus seres queridos

No importa cómo ni el estilo de la celebración. Y es que ayer, como cada 1 de noviembre, se celebró el Día de Todos los Santos. Y los vivos se juntaron con los muertos.

OJO visitó el cementerio Mártires del 19 de julio, alojado en la cuadra final de la avenida Belaúnde, en la zona alta de Comas, donde para llegar más vale tener un buen físico.

Desde tempranas horas, las puertas de este camposanto de 100 mil metros cuadrados y millares de nichos -muchos de ellos profanados- recibieron a grandes y chicos que con flores en mano ingresaban al encuentro con el familiar que partió.

(FOTO) Las tumbas en el cementerio de Comas están ubicadas de forma desordenada.

Como en feria. El ingreso al camposanto de Comas lucía repleto de vendedores de comida que improvisaron una feria similar a la de Mistura (que se lleva a cabo en El Rímac), debido a la variedad y oferta de platos para todos los gustos y bolsillos de los visitantes al cementerio.

Choclo con queso, pan con chicharrón, pollo al horno, carapulcra, cebiche con tallarines rojos, trucha frita y juanes fueron los platos que más compraron los familiares para comérselos o dejarlos como ofrenda a sus respectivos difuntitos. Los precios de estos manjares oscilaban entre S/5 y S/10.

También hubo quienes prefirieron llevar su propia comida, pues, según aseguraron, “sus difuntos no prueban una sazón desconocida”.

(FOTO) Rindieron una nostálgica serenata con arpa y trompeta a sus seres que ya partieron.

“A mi suegra le gustaba comer el pollo a la parrilla que yo siempre le preparaba. Lo acompañaba con su ‘negrita’; o sea, su coca cola heladita. Por eso, le hemos traído desde casa este plato”, contó Juana, mientras hacía malabares con el cucharón para repartir y hacer alcanzar la comida de una pequeña olla entre los cinco integrantes de su familia.

“Para mi suegra la porción más grande, si no me pega”, añade entre risas y con cierto temor, como si verdaderamente su suegra la observase, o, realmente, quién sabe.

Festejo. Avanzaba el día, cuando el sol salió a eso de las 9:40 a.m., y empezaron a llegar los músicos, quienes cargaban sobre sus hombros arpas, violines, flautas y trompetas para escalar así el cerro, a fin de cantar en la tumba de quien los solicitaba. Por tres canciones podían cobrar entre S/15 a S/20.

Quienes no contaron con mucho presupuesto podían pagar S/3 por dos canciones a intérpretes en solitario.

(FOTO) Bailaron y tomaron recordando a sus parientes.

“Elsa, Elsa, yo te juro que te quiero...”, es parte de la letra de una contagiante canción de Los Destellos que fue tocada por las bandas musicales, y armó la fiesta en las tumbas.

“Era la canción favorita de mi viejito. Por él brindo ahora”, contó un joven que tuvo problemas para identificarse, debido a que había empezado la “celebración” desde temprano, pues desde las 6 de la mañana había estado bebiendo licor sobre la tumba de su padre.

Otros prefirieron contratar a un orador que, por cinco minutos, ofrecía rezos y cantos en honor al difunto.

“Bajo tierra todos somos iguales, nadie se lleva nada de lo que tuvo en vida...”, fueron las palabras de un orador que contrató la familia Honorio para el recuerdo del abuelo Serapio.

“Y es verdad, no se llevó nada, todas sus enseñanzas quedaron en nosotros”, expresó su hija Elvira entre lágrimas que caían en el cementerio de Comas.

TRABAJITO. 

Los fotógrafos que estuvieron presentes en el cementerio de Belaúnde ofrecían capturar el momento de los familiares junto a las lápidas de sus parientes a S/5.

Niños y adolescentes ofrecían limpiar o pintar las tumbas desde S/3 hasta los S/25, dependiendo del tamaño de estas estructuras y del color de pintura que requerían los familiares.

Los vendedores usaron su ingenio para instalar con palos, plásticos y cartones una especie de baños portátiles y cobrar así S/0.50 a quienes deseaban usarlos.

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