Siempre me hacen muchas preguntas respecto a la lactancia materna. Mi opinión, invariablemente, es que deberían tener un enfoque más amplio y global, y que debemos empezar por tratar este tema a partir de una gestación armoniosa, la cual será precedida por un parto natural y una lactancia natural, biológica.
Al momento del parto, por lo general el niño recibe un shock, ya que antes de nacer está tranquilo y feliz dentro del útero materno, en posición de plano inclinado, flotando en el líquido amniótico, calientito, escuchando los sonidos de la arteria uterina y su propio corazón.
Cuando se inicia la labor de parto, con la primera contracción uterina el bebé siente un temblorcito, podemos compararlo con las réplicas de un temblor terrestre. De pronto, toda el agua se va y el bebé se siente fuera de su pequeño y seguro mundo.
Si la madre lo acoge inmediatamente, se sentirá seguro, pues percibirá la piel caliente de ella, su olor, y escuchará los latidos de su corazón. Luego con un pequeño movimiento encuentra el seno de su madre y empieza a succionar en armonía divina con el mandato de la naturaleza. Se inicia la lactancia y así llega la calma. Su psiquis se libera de la tensión ocasionada por las contracciones y por su paso a través del túnel o canal uterino.
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