Los medicamentos para la dislipidemia ayudan a reducir el colesterol LDL, el más relacionado con la formación de placas en las arterias. Sin embargo, los estudios muestran que, aunque estos fármacos disminuyen el riesgo, no lo eliminan por completo.
Esto sucede porque el colesterol es solo una parte del problema. La aterosclerosis también depende de la inflamación, la presión arterial, el azúcar en sangre, el tabaquismo, el estrés y el estilo de vida. Incluso con el colesterol controlado, pueden permanecer placas antiguas en las arterias o persistir procesos inflamatorios que las hagan inestables.
La predisposición genética también aumenta el riesgo, aun con un tratamiento adecuado. Por eso, la medicación es necesaria pero no suficiente; proteger el corazón requiere alimentación saludable, actividad física, buen sueño, manejo del estrés y controles médicos regulares.
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