Si has notado que al sentir frío el cuerpo te pide alimento, ya sea salado o dulce, sin necesariamente tener hambre, puede ser uno de los mecanismos que el cerebro activa para recibir más energía, en la medida que percibe que el cuerpo se enfría.
Esto no significa que debemos comer más. Para que este alimento termine siendo un sustento energético, debe digerirse y transformarse en una molécula cuya función principal es dar energía, por excelencia, la glucosa. Y esa energía, si no se gasta, se almacenará como grasa generando ganancia de peso.
Para controlar este mecanismo, debemos lograr que el cerebro no active alarmas de control de calor del cuerpo y eso se logra calentando el cuerpo. Además del abrigo, los líquidos naturales calientes son nuestro mejor aliado porque nos hidratan y nos calienta sin aportar más calorías.
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