El hambre y la saciedad son parte de los estímulos que son comandados por el cerebro y el estómago para motivarnos a comer o dejar de comer. Cuando el estómago se encuentra vacío (sin alimento) se secretan una serie de hormonas que viajan por el torrente sanguíneo y llegan hasta el cerebro. Este órgano, a su vez, emite otras señales para que actuemos y se produzca el acto de comer.
Cuando el estómago está lleno, por la misma ruta se emiten las señales contrarias para que aparezca el estímulo de la saciedad. En los adultos volver a sentir hambre tarda, en promedio, 6 horas e intervienen procesos como el vaciamiento del estómago, la digestión y los niveles de glucosa sanguínea. En los niños, en cambio, es de 3 a 4 horas.
El apetito hace referencia al ánimo de comer, indistintamente del hambre o la saciedad. Es decir, puedo no tener hambre, sin embargo, aparece el deseo o antojo por comer algo especial o comer más. El apetito exagerado no es normal y requiere atención profesional.
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