En esta foto de archivo tomada el 21 de septiembre de 2022, el cosmonauta ruso Sergey Prokopyev, flanqueado por el jefe de la agencia espacial rusa Roscosmos, Yury Borisov, camina para abordar la nave espacial Soyuz MS-22. (DMITRY LOVETSKY / POOL / AFP).
En esta foto de archivo tomada el 21 de septiembre de 2022, el cosmonauta ruso Sergey Prokopyev, flanqueado por el jefe de la agencia espacial rusa Roscosmos, Yury Borisov, camina para abordar la nave espacial Soyuz MS-22. (DMITRY LOVETSKY / POOL / AFP).

Javier Cabello

Todos los días, al despertar, reviso en el celular las noticias que suceden en el país y en el mundo. A partir de las 6 de la mañana ya me encuentro “operativo” y comienzo a leer los principales sitios web de prestigiosos diarios. Entre toda esa “avalancha” de información encontré una noticia que me hizo de pronto levantarme de la cama y a la vez retrocedí en el tiempo. La publicación decía “ingenieros aeroespaciales transportan el Soyuz MS-26 en tren hasta la plataforma de lanzamiento del cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán. Rusia lanzará el próximo 11 de septiembre desde esta estación la nave espacial Soyuz MS-26 rumbo a la Estación Espacial Internacional”. Y ayer ocurrió el pactado lanzamiento del cohete ruso con tres tripulantes al espacio.

Esta noticia me hizo recordar cuando llegué a la calurosa ciudad rusa de Samara durante el Mundial de Fútbol 2018. Samara es el centro neurálgico de la carrera aeroespacial rusa y donde miles de jóvenes de todo el mundo llegan para estudiar en la Universidad Estatal Aeroespacial y convertirse en astronautas. Había viajado a Samara para ver el partido entre México y Brasil por octavos de final. En el bus que me trasladaba a dicha ciudad tras salir de la ciudad de Kazan, viajaba con hinchas mexicanos y brasileños pero los “charros” eran los más entusiastas. “Le ganamos wey y lo hacemos donde nos da nuestra rechingada gana”, decían los hinchas del país de “El Chavo del Ocho”, embriagados, por supuesto, con mucho vodka. Estaban recontra seguros de que iban a ganarle a los “cariocas”.

Sin embargo, la historia fue distinta y acabaron eliminados del certamen deportivo. Solo les quedó cantar “ay, ay, ay, ay, canta y no llores”. Tras finalizar el encuentro futbolístico salí del estadio Samara Arena o llamado también Cosmos Arena, cuya estructura era muy parecida a la de un gigantesco ovni. Visualizarlo desde el cielo es sorprendente ya que frente a tus ojos tienes a lo que podría ser una nave nodriza extraterrestre, pero en realidad es un peculiar estadio de fútbol con capacidad para 45 mil espectadores.

La tarde terminaba y recién comenzaba a explorar la ciudad, a orillas del río Volga, el más largo y caudaloso de Europa. Fui a visitar el Museo Municipal Cosmic Samara porque es un lugar imprescindible y no puedes dejar de ir si llegas a esta región de Rusia. Recuerdo que pagué 500 rublos (25 soles) por la entrada. Desde lejos podía notar el enorme y auténtico cohete Soyuz que se encuentra en la puerta del museo. ¡Es real e impresionante!

Al entrar al recinto me sentí un privilegiado al ver partes de verdaderas naves espaciales, como motores, cámaras de combustión, turbinas, así como una exposición dedicada a la historia de la exploración rusa en el espacio. Mientras recorría los ambientes recordaba cuando estaba en el colegio chorrillano Emilio Soyer Cavero y mi profesora de Historia me hablaba del astronauta soviético Yuri Alexeyevich Gagarin, quien se convirtió en la primera persona en viajar al espacio en 1961. En ese entonces Rusia integraba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Antes de irme del museo compré como souvenir un sachet de comida espacial, por si alguna vez voy al espacio. Nos vemos.