Una de las acciones más crueles que pueden cometer los extorsionadores, es colocar explosivos en colegios. En su afán por amedrentar a los dueños o promotores de centros educativos a fin de sacarles plata, ponen en peligro el bienestar y tranquilidad física y emocional de padres y escolares. Qué familia puede estar tranquila si manda a los pequeños de la casa a un plantel donde una gavilla de hampones puede aparecer con explosivos o meter bala. Esta gente no tiene perdón y merece que se le aplique todo el peso de la ley, aunque con el Ministerio Público y el Poder Judicial que tenemos, es difícil que eso pueda suceder. Para que la delincuencia ataque a colegios, es que nos encontramos ante una situación de violencia desbordada. Si tenemos alcaldes amenazados como el de San Juan de Lurigancho y explosivos en colegios como hemos visto en Los Olivos, ¿qué más falta?, ¿que la mandataria no pueda salir de Palacio de Gobierno porque “El Tren de Aragua” se lo impide?, ¿que extorsionen a congresistas y les pongan una bomba en la Plaza Bolívar?