Como dice el gran Héctor Lavoe, “todo tiene su final, nada dura para siempre. Tenemos que recordar que no existe eternidad”. Y para Alejandro Toledo llegó el final de su tiempo gozando de la libertad en tierras gringas, disfrutando de comelonas y prolongados brindis en la tierra del Tío Sam. Se le acabaron los buenos tiempos. Hoy le espera una celda en el penal de Barbadillo que, si bien no se compara con otros centros penitenciarios como Miguel Castro Castro o Lurigancho, igual estará privado de su libertad. Pero el “Cholo sano y sagrado” ya adelantó que quiere prisión domiciliaria, argumentando que padece de cáncer. Aunque está en su derecho de pedir esa variación para cumplir los 18 meses de prisión preventiva que se le impuso por el caso Interoceánica, lo cierto es que hay cientos de presos tan o más enfermos que él cumpliendo sus condenas en las cárceles de todo el país. Y muestra de ello está su ahora compañero Alberto Fujimori, quien pese a haber argumentado una serie de dolencias físicas propias de su edad, sigue en Barbadillo.