Se habla mucho del impacto del consumo de la lechuga en el cuerpo, entre ellos, se habla de su capacidad sedante y calmante del estrés.

Desde tiempos ancestrales se solía comer lechugas antes de dormir para lograr un sueño reparador, efecto asociado a su contenido de lactucina.

Consumir una porción generosa de lechugas con algo de aceite de oliva, como parte de una cena o merienda, es muy buena opción no sólo para beneficiarse de su posible efecto calmante, sino porque además contiene fibra que favorece el proceso digestivo y la prevención del estreñimiento. Su aporte de fibra oscila entre 1 a 1,5 gramos, por cada 100 gramos de producto, una cantidad moderada en comparación con otras hortalizas.

La lechuga es mejor consumirla cruda, puede durar en la conservadora hasta 19 días, aunque el congelamiento maltrata este alimento. Los ejemplares de color más verde y los lados externos de las hojas son las que concentran mas vitaminas y minerales.

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