Dormir siestas cortas que oscilen entre los 15 y los 45 minutos, sobre todo entre las 13 y las 15 horas para no alterar el sueño nocturno, son algo muy bueno para nuestra salud, confirman científicos a raíz de estudios que dan la razón a nuestros abuelos favorables a esa práctica de dar una ‘pestañeadita’ en la tarde.
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La siesta favorece el rendimiento cognitivo, el estado de alerta y el estado de ánimo, a la vez un descanso a manera de siesta, durante un tiempo y un horario determinados, puede favorecer la atención, el aprendizaje y el buen humor, revela Malen Moyano, biotecnóloga de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en Argentina.
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“Desde el momento que nos despertamos empieza a acumularse la presión de sueño. Para disiparla es necesario irse a dormir, lo cual sucede en el siguiente ciclo de sueño que suele ser a la noche. Es como imaginarse una curva que va creciendo y, mientras más temprano se amanece, más alto llega la curva en un horario que suele ser después del mediodía”, refirió.
Sueño nocturno
La siesta “puede servir para suplir deficiencias en el sueño nocturno y son particularmente útiles como una medida preventiva en personas que trabajan en turnos rotativos o turnos nocturnos para combatir la somnolencia diurna y aumentar el alerta, mejorar el ánimo y la performance”, manifestó a la prensa, a su turno, Santiago Plano, doctor en Ciencias Básicas y Aplicadas de la UNQ.
No existe un momento determinado, pero lo mejor es realizarla entre las 13 y las 15 horas para no alterar el sueño nocturno, revela Moyano.
“Si nos vamos a dormir la siesta a las cinco de la tarde, probablemente esa noche nos cueste más conciliar el sueño”, recalcó la biotecnóloga.
Plano acotó que, en la población adulta, la recomendación es dormir siestas cortas que oscilen entre los 15 y los 45 minutos. Según Moyano, este descanso “favorece el rendimiento cognitivo, el estado de alerta y el estado de ánimo”. A tomarse una siesta, se ha dicho.
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