Joao Pimenta da Silva, un poblador del municipio de Ipatinga, en el Estado brasileño de Minas Gerais, soñó con un espíritu que aseguraba que bajo su vivienda había oro, por lo que empezó a cavar un pozo en su cocina de 40 metros por el que terminó cayendo y muriendo.
Su historia ha sido publicada por el medio brasileño G1. Según ha explicado un vecino de da Silva a este diario, este pasó más de un año cavando el pozo y llegó a contratar a varias personas para el trabajo.
Les pagaba 70 reales brasileños por día, unos 13 euros, cuando comenzaron las obras, pero a medida que se fue haciendo más profundo los costes fueron aumentando y da Silva cada vez encontraba menos mano de obra.
Por ello, llegó incluso a ofrecer hasta 495 reales, unos 92 euros, a cualquier persona que se uniera a la tarea de entrar al hoyo y seguir quitando tierra. En los últimos días, da Silva se había obsesionado además con una piedra que se había topado en el fondo de su pozo y que no podía mover. “Había rumores de que estaba considerando usar dinamita” ha detallado su vecino.
Caída mortal
“En una de las tantas veces que el hombre se asomó al agujero para buscar algún indicio de ese metal precioso, perdió el equilibrio y cayó”, relata el medio brasileño, que confirma que la caída le provocó “una muerte inmediata”.
Cuando llegaron los bomberos, ellos solo pudieron retirar su cuerpo. Según el parte de las autoridades, da Silva exhibía “politraumatismos, fracturas expuestas en ambas piernas, fractura de cadera, laceración en abdomen y tronco, además de traumatismo craneoencefálico severo”.
Además, otro de los bomberos certificó que el equipo que utilizaba era muy “arcaico”, pero que el hombre tenía conocimientos en excavaciones porque el pozo mostraba una “perfección” en su corte vertical.