Magaly Moro
magalymoro@grupoepensa.pe
Juliana (26, Bellavista). Doctora Magaly, estoy confundida, no sé si continuar deslumbrada por la apariencia de mi novio o prestarle atención a mis verdaderas emociones.
Alonso es un apuesto chico, de 1.80 m. de estatura, rostro bonito y unos músculos que roban miradas hasta de las mujeres más tímidas. Cuando lo conocí babeaba por él, y soy honesta al decir que jamás pensé que se fijaría en mí. Sin embargo, la vida me sorprendió y para bien.
Recuerdo que cuando me agregó al Facebook, salté de felicidad. Y mucho más fue mi entusiasmo el día en que me invitó a salir. Pero, bien dices, todo no puede ser felicidad.
Al principio intenté obviar que al lado de Alonso no me sentía feliz. Sus conversaciones son vacías, solo habla de sus dietas, rutinas de ejercicio, suplementos, batidos, etc. El país se puede estar cayendo a pedazos y a él le importa mantener su peso o aumentar su masa muscular.
Lo peor de todo es que cualquiera creería que en la intimidad es un hombre vigoroso, con mucha energía, en fin, pero no, doctora. Chicos flaquitos me han satisfecho mejor. Incluso, hasta un cuarentón con el que una vez salí ha tenido mejor manejo sexual que este “engañamuchachas”, como dice mi abuelita en alusión a mi novio. “Puro músculo y no pasa nada”, comentan mis amigas en nuestros rajes.
El dilema es que si no supiera lo que hay detrás de él, cada vez que lo veo me parece tan churro y creo que nunca más se fijará en mí un chico como “Alo”. Por esta razón hasta el momento no me animo a terminar con la relación. Señora Moro, confío en su buen criterio. Necesito un consejo.