Piura: “El boticario del pueblo” nos dejó a los 101 años
Piura: “El boticario del pueblo” nos dejó a los 101 años

Después de una vida plena, dedicada a cuidar la salud de los piuranos, don J, más conocido como el “Boticario del pueblo”, nos dejó a los 101 años de edad, y nos legó un ejemplo de entrega, vocación y servicio al prójimo; así como el recuerdo de su honorabilidad, caballerosidad y don de gente, que lo convirtieron en leyenda en esta parte del país.

A él no lo tumbaron los grandes establecimientos farmacéuticos, era un hombre muy certero, al punto que los médicos le enviaban pacientes para que les hiciera sus “fórmulas salvadoras”; y hasta recurrían a él cuando sentían alguna molestia inusual.

Labor. Este queridísimo boticario era natural de Sullana, donde trabajó desde los 13 hasta los 18 años. Después se mudó a Chulucanas, donde compró una botica, a la que puso el nombre Santa Sara, en memoria de su mamá.

En Chulucanas estuvo diez años y de allí vino a la Botica Seminario y Guzmán, en la céntrica calle Tacna de la ciudad de Piura, donde nació su leyenda y atendió por cerca de 70 años, hasta poco antes de su deceso, recuerda visiblemente apenado Lucho, uno de sus hijos, que trabajó junto a él.

“Hacía preparados para los cálculos renales, salpullido, las picazones, psoriasis, para todo”, relata su hija Betty Córdova Neira.

“Aunque más recurrían a él personas que padecían enfermedades respiratorias, acné, alergias, enfermedades dermatológicas, incluso la tiña; él era especialista. Hay testimonios de que don Joaquín los curaba”, relata un amigo personal del extinto boticario.

“Mi papá había estudiado de verdad, se graduó, él aprendió a través de correspondencia, le mandaban unos libros gruesos y él estudiaba”, recuerda Betty, quien resalta que “a toditos (los pacientes) los ha curado”.

Don Joaquín era un verdadero estudioso de la química y por eso conocía las fórmulas más apropiadas para preparar las medicinas.

Generoso. “Toda la gente de la sierra iba allí, gente del pueblo, y don Joaquín Córdova era un hombre humanitario, que atendía a los más necesitados. Ya no hay personas como él”, resalta su amigo personal.

También hay quienes recuerdan que era minucioso a la hora de examinar a los pacientes.

HASTA EL FINAL. Hasta la semana anterior a su muerte, don Joaquín Córdova tenía ganas de ir a su botica para preparar la medicina que le solicitaban los pacientes y que no encontraban en ningún otro lado. La gente seguía acudiendo hasta el último, pese a que están de moda las grandes farmacias.

“Le gustaba venir temprano, a eso de las 7 de la mañana y se quedaba aquí”, recuerda con nostalgia su hija Betty, que rememora la religiosidad de su padre. “De mi parte, estoy feliz siguiendo lo que mi papá hacía, llevo años, todas las vacaciones me venía acá. Yo vivía entre pomos. ¡Cómo no me va a gustar!”, dijo Betty.

“Lo extraño, pero estoy tranquila, por él he rezado hasta el final. Para que voy a llorar, si sé que va a estar bien allá arriba”, expresa.

EL DATO:

12 de agosto murió don Joaquín Córdova en una clínica local, su salud se complicó por su avanzada edad.

Sus hijos mantienen el legado de don Joaquín.

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