El primer punto es tener claro que una dieta saludable no significa retirar condimentos, hacer preparaciones a la plancha, eliminar las harinas, frituras, postres o gaseosas. En una alimentación sana  debes incluir diariamente una variedad de alimentos de cada grupo, sin exceder la cantidad de energía que necesita tu cuerpo (la nutricionista te ayuda a calcularlo) y preparado sin añadir más grasa de origen animal (ej. manteca, crema de leche) ni mucha sal, frituras o alimentos ultraprocesados.

El segundo punto es planificar los horarios de comida, teniendo en cuenta la rutina diaria y el tiempo con el que se cuenta para la preparación.

En tercer lugar, organizar las compras midiendo la cantidad necesaria. Y, por último, si se tiene poco tiempo para cocinar, adelantar procesos, por ejemplo, incluir una ensalada todos los días y tener planificado el menú de la semana.

Puede sonar complicado, pero, una vez que se incorpora los buenos hábitos de alimentación a la rutina, verás que ahorras tiempo y dinero.

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