La vitamina D influye en el sistema inmune mucho más allá de su papel en los huesos. Cuando se mantiene en niveles adecuados, ayuda a que nuestras defensas actúen de forma ordenada y eficiente. Por un lado, activa a las células que reconocen y enfrentan virus y bacterias, permitiendo una respuesta rápida ante posibles infecciones. Por otro lado, evita que la reacción del cuerpo sea excesiva, lo que podría generar inflamación o dañar los tejidos.
Además, la vitamina D fortalece la barrera del intestino y de las vías respiratorias, que son las primeras líneas de defensa contra los microbios. Cuando estas barreras están sanas y resistentes, es menos probable que los agentes infecciosos logren ingresar al cuerpo y causar problemas.
Mantener niveles adecuados de vitamina D contribuye a un sistema inmune equilibrado, capaz de responder de manera efectiva cuando es necesario, sin debilitarse ni sobreactivarse.
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