Las frutas deshidratadas son frutas frescas a las que se les ha quitado casi toda el agua mediante calor o aire, lo que concentra su sabor, dulzura y nutrientes. Entre las más conocidas están las pasas, higos, orejones de durazno, arándanos secos y mango deshidratado.
A diferencia de la fruta fresca, aportan más azúcar y calorías por porción, porque al perder agua el azúcar se concentra. Aun así, siguen siendo fuente de fibra, potasio, hierro y antioxidantes, por lo que resultan útiles para obtener energía rápida, especialmente en deportistas o personas con mucho gasto físico.
Lo recomendable es consumir 1 o 2 cucharadas al día, combinadas con frutos secos o yogur, para evitar picos de glucosa. Es importante evitar las que tienen azúcar añadida o un aspecto muy brillante.
Son ideales como colación práctica, pero no deben reemplazar la fruta fresca diaria.
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