El estrés, la exposición a contaminantes ambientales, el tabaquismo, la falta de actividad física, el desequilibrio en la microbiota intestinal y el exceso de grasa corporal son factores que causan inflamación de bajo grado. Este proceso inflamatorio, aunque no se manifiesta en un primer momento con un cuadro de enfermedad, altera funciones como el ciclo menstrual o la vitalidad.

Cuando la alimentación no es balanceada o saludable constituye un factor desencadenante de inflamación, sobre todo si se ingiere alimentos con componentes antiinflamaorios. Por ejemplo, los que contienen antioxidantes y polifenoles. Las frutas y verduras de color morado, azul, rojo o las hojas de color verde oscuro (como el kale, acelga, espinaca, arúgula, berros o albahaca) son parte de esta lista.

Por otro lado, el omega 3 DHA y EPA, presentes en pescado graso (jurel, caballa, bonito, salmón, atún, sardina, anchoveta), y una dieta rica en fibra también contribuyen para prevenir un proceso antiinflamatorio.

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