Durante el embarazo, los sabores de los alimentos que consume la madre pasan al líquido amniótico, lo que permite que el bebé los perciba y se familiarice con ellos antes de nacer. Estudios han demostrado que los bebés cuyas madres comieron zanahoria durante la gestación aceptan mejor su sabor después del nacimiento. Este fenómeno también ocurre con sabores como el ajo, el anís y la vainilla.

Esta exposición temprana a los sabores ayuda al bebé a aceptar más fácilmente ciertos alimentos durante la lactancia y la alimentación complementaria. De esta manera, el gusto del bebé se va moldeando, influenciado por la dieta materna durante la gestación.

Los hábitos alimentarios de la madre no solo nutren al bebé, sino que también impactan en sus futuras preferencias alimentarias. Una dieta variada, rica en frutas, verduras y alimentos naturales, no solo proporciona nutrientes esenciales, sino que también amplia el abanico de sabores que el bebé reconocerá y aceptará tras el nacimiento.

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