La piel del pollo es un alimento comestible conformado por 40% de grasa (saturada y colesterol) y cerca de 13% de proteína (la pulpa puede alcanzar un 20%). Mantener la piel del pollo puede aportar más sabor y jugosidad en las comidas.

El tipo de cocción puede hacer que la piel suelte su grasa. Eso lo notamos, por ejemplo, en el pollo a la brasa cuando la grasa que está muy adelgazada y crocante, a diferencia de la piel en un guiso.

Por otro lado, es preciso saber que esta piel es la parte más expuesta a gérmenes como bacterias que pueden causar enfermedades, sin embargo, retirarla no garantiza que la pulpa no se contamine con los mismos gérmenes o con elementos propios de la crianza.

En conclusión, retirar la piel del pollo antes de cocinar solo tiene un efecto positivo en reducir la grasa. No hay estudios que muestren que el consumo de la piel por si misma genere un daño adicional.

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