Cuando comemos rocoto se presentan dos reacciones fácilmente identificables: el ardor-picor que se percibe y sentirse acalorado rápidamente.
Estas sensaciones ocurren por su alcaloide denominado “capsaicina” que, al ingresar al cuerpo, estimula las terminaciones nerviosas generando ese “rico picor”. No es dañino y la tolerancia que se tenga a la intensidad del picante se puede ir desarrollando con la frecuencia de consumo.
Esta misma capsacicina tiene un efecto antiinflamatorio y, aun cuando parezca contradictoria, es capaz de calmar el dolor, de ahí que se han desarrollado parches de capsaicina para aplicar localmente en zonas de dolor.
Por otro lado, está la generación de calor (efecto termogénico). Cuando las señales de capsaicina son identificadas por el cerebro estimula más el metabolismo generando y gastando energía de la reserva. Esto puede alcanzar hasta un 33% adicional del ritmo habitual motivo por el cual se libera energía y percibimos más calor.
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