Me avergüenza que sea gordito
Me avergüenza que sea gordito

Fátima (25, San Isidro). Doctora, me dirijo a usted porque tengo un gran dilema. Verá, cuando era más joven, exactamente diez años atrás, me interesé de manera significativa en mi aspecto físico. Esto se refleja hasta el día de hoy con el duro entrenamiento que me impongo a diario.

El motivo de este culto al cuerpo se debía a que cuando estaba en el colegio siempre se burlaban de mi contextura, por ello decidí callarles la boca a todos con mi nueva figura.

Eso fue el inicio de todo. Con el tiempo me comenzaron a llover los pretendientes, las agencias de modelaje me llamaban para que hiciera comerciales y otras cosas. Ese entorno en el que me metí hizo que mi fijación se incrementará, hasta el punto de que odiaba ver a una persona que pesara más de 50 kilos. Si ese era el caso, para mí se trataba de un obeso.

Conocí a un montón de chicos en varias reuniones. Debido a mi gran círculo social, tuve que entablar amistad y salir con muchos de ellos. Eso hizo que mis requisitos para elegir al hombre ideal fueran muy altos, consideraba que si querían salir conmigo, debían hacer méritos.

De ese modo comencé a tener una relación entre otra.

Un buen día discutí de manera espantosa con mi pareja de ese momento, ya que había descubierto una infidelidad suya, y no dudé en terminar con él. Aquel día me conecté con un amigo de la infancia, con el que comencé a salir hasta hoy. Mi dilema, doctora Moro, es que él es gordito y eso destruye toda mi imagen ante mis amigos. No sé si dejarlo o seguir con él. Sé que es bueno y me respeta, pero en el fondo considero que no es el chico de mis sueños.

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