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La displasia ocurre cuando la cabeza del fémur y la cavidad de la pelvis no encajan de forma exacta o rotan en una posición incorrecta. La displasia es peligrosa porque puede terminar en una luxación y no va a quedar más solución que operar.

Es un mal congénito porque, aunque no se ha determinado la causa, la mayoría de factores que intervienen se relacionan con la elasticidad en los ligamentos y condiciones que vienen desde el embarazo (si el bebé nace algo sentado). Por tanto, se manifiesta al final del embarazo o en los primeros tres meses.

 

¿Cómo se trata?

Para mantener el hueso en su lugar, los médicos hacen flexiones conocidas como las maniobras de Ortolani y Barlow. Pero en general, los tratamientos varían en función de la gravedad del caso y de la edad del niño.

 

En los más leves, se recomienda que el bebé duerma boca arriba con las piernas abiertas para intentar que el hueso vuelva a colocarse en su sitio. Si es más grave, se utilizan prótesis blandas o rígidas como el arnés de Pavlik, unas correas que mantienen las caderas en flexión de cien grados para reducir dislocación.