Resulta que en el Perú no solo venden medicinas bamba, caducas o recicladas, que pueden mandar a mejor vida a los consumidores, sino que también juegan con el hambre y el estómago de la gente, sobre todo de los niños.
De ser cierto que el producto lácteo que vendían como leche no es tal, el castigo y la multa deben ser drásticos y sentar un precedente para que nadie más ose tomarle el pelo al mercado.
Si no es por la advertencia de Panamá, que detectó el cambiazo, aquí seguíamos creyendo que bebíamos leche de la vaca gorda y saludable que aparece en la lata y bolsa de Pura Vida. Al parecer era puro cuento.
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