Los primeros humanos estaban obligados a ayunar frente a la falta de alimento y esto generó adaptaciones metabólicas. Actualmente, nos alimentamos de forma intermitente, cada 3 a 6 horas, de manera que el cuerpo constantemente se abastece de nutrientes y cesa en el periodo de ayuno que, a su vez, concluye con el desayuno.
Unas 4 horas después de comer se inicia el tiempo en que el cuerpo absorbe los nutrientes, el tiempo que transcurre a partir de ese momento se considera “periodo de ayuno”.
Durante las primeras horas de ayuno, el cuerpo utiliza sus reservas de glucosa (de la sangre, hígado y músculo), pero, luego de las 12 horas, su fuente de energía es a partir de la grasa. Esto favorecería la pérdida de peso y da un descanso digestivo, aunque también puede tener un impacto negativo en órganos como el cerebro o riñones, además de generar cuadros de hipoglicemia peligrosos si el ayuno es prolongado.
Ayunar puede tener ventajas para algunas personas, pero requiere disciplina, buena condición física y nutricional.
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