Magaly Moro
Athena (29 años, Cañete). Señora Magaly, estoy metida en un gran problema, ayúdeme.
Hace unos seis meses un pequeño chifa fue inaugurado cerca de mi casa. Un día que regresé del trabajo muy tarde no pude prepararme la cena, por lo que decidí ir al restaurante para comer un arroz chaufa.
Me atendió un joven que me dijo: “¿qué te preparo?”. Yo le pregunté: “¿usted es el que cocina?” y me respondió: “no me trates de usted. Sí, yo soy el cocinero, hoy mi mozo no ha venido así que yo también estoy atendiendo”.
Le pedí el chaufa, que le juro doctora Magaly, estuvo riquísimo, nunca antes había probado una delicia como esa. El exquisito sabor del plato hizo que regresara al día siguiente al restaurante. Así, poco a poco el cocinero, de nombre Raúl, y yo nos hicimos amigos. Le puedo asegurar que nunca le di motivos para que pensara que podíamos ser pareja.
Hace un mes me sorprendió cuando me dijo que le gustaba y que deseaba que sea su enamorada. En ese momento no supe qué responder. Solo le dije que me dé tiempo. Lo cierto es que, si bien Raúl me cae bien, no me gusta. Sé que debí alejarme de él apenas me reveló lo que sentía, pero no pude.
Siempre regreso a su chifa y es solo por el delicioso sabor de su chaufa. Siempre me recibe con una sonrisa de oreja a oreja, siento que se ilusiona más y más. Señora Moro, ¿qué hago? No quiero ilusionarlo, pero tampoco quiero dejar de comer el manjar que prepara.
OJO con el consejo
Estimada Athena, entiendo la situación. Considero que debes decirle a Raúl lo que en realidad sientes y alejarte de él. Lo mejor es que ya no vayas a su restaurante. Sería muy incómodo para ambos. Puedes pedirle a alguien que te compre el plato de chaufa. De ser imposible, tendrás que sacarlo de tu dieta. Habla cuanto antes con él, no dejes que se ilusione más. Suerte.