Perdonar es estar listo para comenzar de nuevo. Es ser misericordioso pese a que la ofensa haya sido enorme, grave y deliberada. Aquí es cuando más valor tiene el perdón. Pero sobre todo, perdonar es escoger amar, derribando cualquier barrera, cerrando heridas, abriendo las prisiones del alma, olvidándonos de nosotros mismos y llenándonos de paz.
La Dra. Erika Kiser, psicoterapeuta y miembro de la Comunidad del Perdón dice: “Hay varios motivos para que perdonar sea difícil: a veces los resentimientos son muy profundos y se han acumulado por años. También puede ser la personalidad, pues hay personas que por su temperamento son más sensibles, más intensas, más difíciles de pasar por alto las ofensas y olvidar. Asimismo, tiene que ver con la falta de humildad, de sentirse especial y merecedor de todo aprecio y admiración, entre otros.
También está que las personas ofendidas o violentadas se creen culpables de su situación. Ellas deben recibir ayuda para darse cuenta de que el responsable es el maltratador y deben aprender a separarse de esas personas que les causan dolor, recién allí puede iniciar un proceso de perdón. Hay que entender que las personas que nos hirieron u ofendieron están heridas por la formación que recibieron, por ignorancia o por debilidad, que los hace actuar como no quisieran y lastimar también a los demás.
Jesús le dijo a Pedro, perdonarás 70 veces 7, que quiere decir: siempre. Perdonar es recordar sin dolor, perdonar es sanarse. Amor y perdón van juntos, existen siempre juntos.
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