Por: Magaly Moro

magalymoro@grupoepensa.pe

Mateo (27 años, San Juan de Lurigancho). Doctora, estoy indignado y arrepentido por haber abusado de mi suerte. Hace un año tenía un excelente puesto laboral y decidí mudarme a vivir solo y llenar ese lugar con todas las comodidades. Quería darme esos lujos con los que siempre soñé, pero que antes no podía porque no me alcanzaba con mi sueldo mínimo a no ser que pidiera un préstamo en el banco. Este nuevo trabajo me permitió consentir a Noemí, mi novia. Le di todos los detalles que ella siempre había merecido. Le llevé mariachis por su cumpleaños y en el día de los enamorados le pedí que se casara conmigo en un extraordinario restaurante.

Ella me dijo que sí. Fue un día inolvidable. Sin embargo, todo cambió hace dos meses, cuando me despidieron. Sentí como si todo mi mundo se viniera abajo. Y como los recibos no perdonan ni esperan, tuve que echar mano de mis ahorros que estaban destinados para mi boda. Tenía que pagar la cuota del televisor, de la lavadora que le compré a mi mamá, pero la gota que rebalsó mi paciencia fue que la empresa de telefonía móvil me cobrara de más el mes pasado, aún cuando ya había acabado mi contrato. He reclamado, pero ha sido en vano.

Y, para colmo, Noemí hace unos días me dijo que sería lo mejor que pidamos un préstamo al banco para seguir con los planes de la boda, que lo teníamos pensando para diciembre, porque la iglesia está separada. Es como si a ella no le importara lo deprimido que estoy por no tener trabajo y lo último que quiero es endeudarme más. Doctora, ¿qué me aconseja hacer?

OJO CONSEJO:

Lo mejor es que no te endeudes más. Noemí, como tu pareja, debería apoyarte en este difícil momento. Planifiquen la fecha de la boda para otro momento. 

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